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[Bibliothèque de la Ville de Tournai, Ms. 27] |
Es "Memorias de Compostela" un proyecto en virtud del cual se pretende establecer un nexo entre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad única. Imágenes, recuerdos, curiosidades, personajes... El Santiago de hoy, de ayer y de siempre.
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jueves, 17 de diciembre de 2015
miércoles, 16 de diciembre de 2015
miércoles, 24 de julio de 2013
viernes, 19 de julio de 2013
miércoles, 1 de mayo de 2013
sábado, 27 de abril de 2013
miércoles, 24 de abril de 2013
domingo, 21 de abril de 2013
Exposición Regional Gallega de 1909 (III). Proyectos
viernes, 22 de febrero de 2013
Acta notarial levantada en el momento de la inhumación de los restos de Rosalía Castro
Publicada en La Patria Gallega, 30/V/1891, pp. 14-16:
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Número seiscientos veintidós
En la ciudad de Santiago a veintiséis de Mayo de mil ochocientos noventa y uno: ante mí: Jesús Fernández Suárez, Notario Colegiado, vecino de esta ciudad y testigos que expresaré, comparecen:
El Ilmo. Sr. D. Ramiro Rueda Neira, mayor de cuarenta años, casado, Catedrático de la asignatura de Derecho Penal en la Universidad de esta ciudad, publicista, jefe superior honorario de la Administración civil, Director de la Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago, vecino de esta ciudad, con cédula clase quinta número diez y siete mil ciento cuarenta y siete del corriente ejercicio;
El Exmo. Sr. D. Joaquín Díaz de Rábago Díez de Mier, de cincuenta años cumplidos, casado, publicista, Director de la Sucursal del Banco de España en esta ciudad, Delegado Regio en la Escuela de Artes y Oficios de la misma, Caballero Gran Cruz de la Real y distinguida Orden de Isabel la Católica, vecino de esta ciudad, con cédula clase quinta número mil novecientos cincuenta y uno del actual ejercicio;
El Sr. Dr. D. Alfredo Brañas Menéndez, mayor de treinta años, casado, publicista, Catedrático de Economía política y Hacienda pública en la Universidad de esta ciudad, Vicepresidente primero de la Junta o Comité central de la Asociación Regionalista gallega, vecino de esta ciudad, con cédula clase séptima número y siete mil ciento sesenta y nueve del corriente ejercicio;
El Sr. D. Salvador Cabeza León, mayor de edad, casado, Catedrático auxiliar de la Facultad de Derecho en la Universidad de esta ciudad, Vicepresidente segundo de la Junta o Comité central de la Asociación Regionalista gallega, vecino de esta ciudad de Santiago, con cédula clase octava número diez y siete mil ciento ochenta y tres del actual ejercicio;
A quienes yo Notario doy fe conozco personalmente y considero con suficiente capacidad para este acto; y EXPONEN:
Primero
Que ocurrido, en quince de Julio de mil ochocientos ochenta y cinco, por desdicha de las patrias letras, el fallecimiento de la eminente poetisa Señora Doña Rosalía Castro, mujer legítima que ha sido del Sr. D. Manuel M. Murguía, historiador de este antiguo Reino de Galicia, surgió entre los gallegos amantes de las glorias de su patria, así entre los que moran en esta región como entre los que están ausentes en la isla de Cuba, el pensamiento de perpetuar la memoria de Rosalía Castro, erigiéndole un monumento sepulcral en tierra gallega y labrado por gallegas manos, no indigno por su magnificencia de la grandeza de la insigne muerta; siendo a la vez símbolo de la admiración entusiasta que los galaicos pechos sienten por la que fue encarnación viviente de nuestro carácter y nuestros sentimientos, de aquella que cual nadie expresó nuestro genio cantando nuestras glorias y llorando nuestras desventuras en nuestro dulce y suavísimo idioma.
Con tal propósito constituyose en la Habana una comisión de gallegos cuyo presidente señor don Juan Manuel Espada, lo mismo que el señor don Enrique Novo, Director del semanario que se publica en la misma ciudad titulado Galicia Moderna remitieron a la Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago los fondos que habían reunido, a medio de una velada la aludida comisión y por suscripción Galicia Moderna. Amplióse aquella cantidad con el producto de otra suscripción análoga abierta en la Península por acuerdo e iniciativa de la benemérita Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago. Autorizado ampliamente su Director, que a la sazón lo era el Excelentísimo señor don Joaquín Díaz de Rábago, por los gallegos de Cuba para que en unión del señor don Manuel M. Murguía, viudo de la ilustre literata, acordasen, según vieran mejor, la forma y emplazamiento del mausoleo y pueblo en que había de levantarse, de unanimidad ambos señores, resolvieron el que se construyese en la capilla de la Visitación en la iglesia de Santo Domingo de esta ciudad, eligiendo de entre los varios modelos de la obra presentados, uno de los hechos por el hábil escultor don Jesús Landeira con quien contrataron la ejecución del monumento en mármol, estilo Renacimiento, destinado a perpetuar la memoria y guardar las cenizas de la inmortal poetisa gallega Doña Rosalía Castro de Murguía.-- Consta todo esto más al pormenor de escritura otorgada a mi testimonio el veintinueve de Mayo de mil ochocientos ochenta y ocho.
Segundo
Emplazado en la capilla de la Visitación de la iglesia de Santo Domingo de esta ciudad, en la pared mano izquierda entrando, el monumento sepulcral fue llevado a feliz término, siendo por lo hermoso de su composición, riqueza de su ornato, y esmero y delicadeza en su ejecución presidido todo ello por el gusto más exquisito, prueba relevante del genio y habilidad del peritísimo artífice señor Landeira, y gallarda muestra del brillante estado del Arte en Compostela.
Que en el fondo del arco de este monumento funerario se lee la inscripción que transcribo literalmente:
D.O.M.
PRA ETERNA MEMORIA
GALICIA
FIXO FACER POR SVSCRICIÓN NACIONAL
ESTE MOIMENTO
ONDE DESCANSA NA PAZ DO SEÑOR
A QVE FOI GRORIA DA SVA PATRIA
SEÑORA DOÑA ROSALÍA CASTRO DE MURGVÍA
FINOV EN IRIA NO 15 DE JVLIO
DO ANO DE 1885
____
DOU COMEZO A SVSCRICIÓN
A COLONIA GALLEGA EN CVBA,
PO-LOS COIDADOS DA SOCIEDADE ECONÓMICA
DE SANTIAGO
DOVSELLE CIMA
Jesús Landeira fecit Compostellae
anno 1891
Tercero
Que acordada ya la traslación de los restos mortales de la inspirada poetisa gallega desde el cementerio de Iria Flavia, donde descansaban, al monumento cinerario de que se deja hecho mérito, en el cual, con asentimiento de la familia de la gran muerta, por voluntad expresa de los distinguidos patricios gallegos, habrán de reposar hasta el día de la general resurrección, se comisionó para presenciar la exhumación y acompañar a esta ciudad la conducción de los aludidos restos mortales, a los señores D. José Tarrío, D. Carmelo Castiñeira, D. Manuel Núñez y D. Juan Pereiro, los cuales han llenado su cometido a plena satisfacción de los señores comitentes-
Cuarto
Que deseando conste de un modo fehaciente cuanto a este particular concierne:
Los Ilmo. Sr. D. Ramón Ramiro Rueda en concepto de Director de la Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago; Excmo. Sr. D. Joaquín Díaz de Rábago, en nombre y representación de la colonia gallega en Cuba, y especial de la comisión cuyo presidente es el Sr. D. Juan Manuel Espada, así como del Director del semanario Galicia Moderna Sr. D. Enrique Novo; los señores Doctores D. Alfredo Brañas y D. Salvador Cabeza con el carácter de Vicepresidente primero y segundo de la Junta o Comité central dela Asociación Regionalista gallega, me
Requieren:
Para que acompañándoles a la iglesia de Santo Domingo de esta ciudad, DÉ FE, así de la narración que me harán los señores Tarrío, Castiñeira, Núñez y Pereiro, como del acto de la inhumación de los restos mortales de la popular autora y colectora de los Cantares gallegos.
Constituido en unión de los cuatro señores requirentes y de los testigos de que al final se hará mérito, en la iglesia de Santo Domingo de esta ciudad, teniendo ante mi a los señores:
Don José Tarrío García, mayor de treinta años, casado, Licenciado en Medicina y Cirugía, vecino de esta ciudad,
Don Carmelo Castiñeira Antelo, de veintitrés años, soltero, vecino de Pontevedra;
Don Manuel Núñez González, de veinticinco años, soltero, vecino de Santa María de Villardevós en la provincia de Orense;
Don Juan Pereiro Romero, de veinticinco años, casado, vecino de la ciudad de Orense, alumnos los tres de la facultad de Derecho de la Universidad de esta ciudad de Santiago.
A quienes yo Notario doy fe conozco personalmente; y los cuatro contestes hacen la siguiente
NARRACIÓN
de la exhumación de los restos mortales de la señora doña Rosalía Castro de Murguía, y de su traslación a esta iglesia de Sto. Domingo de Santiago.
Que, cumpliendo la honrosa comisión que se les había encomendado, se constituyeron en el cementerio de Iria Flavia, en el día de ayer a las diez de la mañana, acompañados del señor Alcalde de Padrón D. Marcelino Varela, y del señor Cura párroco de Santa María de Iria Flavia Don José Caamaño, los cuales designaron el sitio donde había sido sepultado el cadáver de la señora doña Rosalía Castro de Murguía, constándoles a los Sres. Varela y Caamaño por haber presenciado su sepelio. Y, procediendo inmediatamente a la exhumación, sacaron una caja de madera conteniendo otra de zinc, dentro de la cual, habiendo abierto su tapa, se encontró el cadáver de la inolvidable autora de El caballero de las botas azules, apenas desfigurado, con la ropa que le sirve de mortaja bastante conservada, advirtiéndose sobre el pecho de la gloriosa muerta un ramo de pensamientos, ligeramente decolorados y cual si estuviesen recientemente cortados, que la piadosa mano de su cariñosa hija, la señorita Alejandra M. Murguía Castro, había en él puesto cuando se dio cristiana sepultura a la eximia creadora del libro A orillas del Sar.
Que, por no mover profanamente el cadáver, tomaron, despojada previamente de su tapa, según queda dicho, la misma caja de zinc en que estaba colocado, metiéndolo dentro de otra caja de zinc, la cual tiene de longitud un metro setenta y tres centímetros de latitud y treinta centímetros de alto, que a prevención y al objeto destinada llevaban, habiéndola en el acto soldado perfectamente en el mismo campo santo de Iria Flavia, introduciéndola dentro de otra caja de madera, forrada de veludillo negro, provista de cuatro fuertes candados que cerraron con sus respectivas llaves, las cuales guardó en su poder el Sr. D. José Tarrío.
Que acompañaron constantemente la expresada caja los declarantes desde el campo santo de Iria Flavia hasta la estación del ferrocarril de Padrón, y desde ésta a la de Cornes, donde la trasladaron al coche o carroza fúnebre que estaba esperando. Organizóse allí el cortejo abriéndolo los niños del hospicio tras los que seguía el Orfeón Valverde, e inmediatamente la carroza fúnebre, el venerable clero, la orquesta y voces de Capilla, los Bomberos voluntarios, escolares de las diversas facultades, Seminario, Instituto y escuelas especiales, los Directores y redactores de los periódicos locales Gaceta de Galicia, El Pensamiento Galaico, El País Gallego, El Fin del Siglo, La Patria Gallega y El Ciclón, comisiones del Ayuntamiento de Conjo, Casino de Santiago, Recreo Artístico e Industrial, Administración Subalterna, Correos y Telégrafos, Banco de España, Caja de Ahorros, Cámara de Comercio, Sociedad Económica, Escuelas de Artes y Oficios, Veterinaria, Normal y Sordo-mudos, Colegio de Abogados, Real Cofradía del Rosario, numerosa comisión de alumnos internos del Seminario y profesores de dicho centro, Audiencia, Universidad y demás comisiones.
Presidían al fúnebre cortejo, formando el duelo, el Sr. D. Ramón de Andrés García, Alcalde Presidente del Excmo. Ayuntamiento de esta ciudad y en nombre del mismo; el Excmo. Sr. General de brigada D. Julián García Reboredo, Caballero Gran Cruz de la Real y distinguida orden de San Hermenegildo, como delegado expresamente para este acto por el Excmo. Sr. D. Adolfo Morales de los Ríos, Capitán general de Galicia; el muy ilustre señor Canónigo Lectoral de la Santa Apostólica Metropolitana Iglesia Catedral de esta ciudad, doctor D. José María Portal González en representación de la familia de la ilustre finada; el Ilmo. Sr. D. Ramón Ramiro Rueda por la Sociedad Económica; el excelentísimo Sr. D. Joaquín Díaz de Rábago por la colonia gallega de la isla de Cuba; y el señor doctor D. Antonio Calvo Troiteiro, cura párroco de Padrón, representando al clero y pueblo de dicha villa.
Formaba detrás la música de Beneficiencia, cerrando el cortejo un piquete de la guardia municipal y coches.
Santiago en masa acudió al imponente acto con severo recogimiento y religioso respeto, estando las calles cubiertas por compacta muchedumbre, y las ventanas y balcones de la carrera que siguió el cortejo cuajadas de gente.
No perdieron de vista los declarantes a la caja mortuoria durante todo el trayecto hasta llegar a la iglesia de Santo Domingo, en donde quedó depositada ayer noche sobre el catafalco, para que, en presencia de los restos dela inspirada y popular poetisa, se hiciesen las solemnísimas honras fúnebres, que Galicia celebró hoy en sufragio del alma de la preclara autora de Follas Novas.
Que esta mañana examinaron la caja, la cual estaba perfectamente cerrada con los candados, sin ofrecer la más ligera sospecha de violencia, continuando sobre el catafalco toda la mañana durante las honras fúnebres, y hasta las tres y media de la tarde, hora en que la bajaron, y abiertos por el D. José Tarrío los candados de la exterior de madera, extrajeron la de zinc que habían soldado en el cementerio de Iria Flavia, con sus soldaduras intactas, que es la misma que colocaron en el sarcófago, y tengo ante mí y los señores requirentes y testigos, afirmando solemnemente los cuatro señores declarantes que contiene los restos mortales de la egregia poetisa, gloria de nuestra tierra, doña Rosalía Castro de Murguía.
Inhumación
Examinada por mí Notario, requirentes y testigos la caja o urna de zinc metida dentro del sarcófago, se procedió por D. Jesús Landeira y dos oficiales suyos a la colocación de tres losas de mármol blanco, siendo mayor la del centro y de menores dimensiones las de los lados, uniéndolas sobre el borde del sepulcro o urna cineraria con fuerte argamasa y tres tornillos de bronce; terminado el acto a las seis y media de la tarde con un responso rezado por el muy ilustre señor Canónigo Lectoral de la Santa Apostólica Metropolitana Iglesia Catedral de esta ciudad, piadosa y devotamente contestado por el numeroso concurso que llena los ámbitos de esta capilla de la Visitación, ávido de tributar rendido homenaje a la llorada poetisa, expresión fiel de los recuerdos y esperanzas del pueblo gallego, señora doña Rosalía Castro de Murguía.
Firman esta acta con los señores requirentes y los señores Tarrío, Castiñeira, Núñez y Pereiro, los testigos Sr. D. Ramón de Andrés García, Excmo. Sr. D. Julián García Reboredo y el señor doctor D. José María Portal González vecinos todos de esta ciudad de Santiago sin incapacidad. De lo contenido, conocimiento de los testigos, haberlo leído, advertido a todos su derecho a hacerlo, que no usan, yo Notario lo signo, firmo y doy fe. ---Ramón Ramiro Rueda. ---Joaquín Díaz de Rábago. ---Alfredo Brañas. ---Salvador Cabeza León. --- José Tarrío García. ---Carmelo Castiñeira Antelo. ---Manuel Núñez González. ---Juan Pereiro Romero. ---Ramón de Andrés García. ---Julián García Reboredo. ---José María Portal González. ---SIGNADO Y FIRMADO: Jesús Fernández Suárez.
miércoles, 20 de febrero de 2013
La traslación de los restos de Rosalía Castro de Murguía (25 de Mayo, 1891)
En Mayo de 1891, casi seis años después de su fallecimiento, los restos mortales de Rosalía de Castro son trasladados desde el cementerio de Adina (Iria Flavia, Padrón) hasta la iglesia del antiguo convento de Santo de Bonaval, en Santiago de Compostela. Transcribimos a continuación la crónica de tal acontecimiento, tal y como apareció recogida en La Patria Gallega, en su edición de 30 de Mayo de 1891:
"El hecho más elocuente, la demostración más palmaria de que los que habitan el Noroeste de España poseen como los de ninguna otra región, riquísimo caudal de energía y afectos que, para manifestarse, solo han menester de que suene el surge de nuestra bandera, tiénenla los escépticos, aquellos que juzgan los alientos de los demás por la propia pequeñez en el imponente festival que ha tenido lugar con motivo de la traslación de los preciados restos del primero de nuestros genios poéticos, de la nunca bien llorada Rosalía Castro de Murguía, desde el cementerio de Iria Flavia al mausoleo que Galicia le erigió en la hermosa iglesia de Santo Domingo de Santiago. Ni ha tenido igual, ni volverá tan presto a repetirse una manifestación de cariño tan espontánea, tan solemne y tan grandiosa como la que presenció la vieja Compostela los días 25 y 26 del presente Mayo.
Aunque la prensa diaria local, cumpliendo como buena y reflejando el común sentir de este nobilísimo e hidalgo pueblo, siempre propicio a amparar toda idea grande y levantada, ha hecho ya minuciosa relación de tan insólita manifestación de duelo y cariño, vamos a reseñarla nosotros para satisfacer los naturales deseos de nuestros abonados y para que los varios relatos compongan a su hora una página más en la historia de las grandes solemnidades populares.
EN PADRÓN
En el tren de la mañana del 25 de Mayo partió para aquel punto nuestro compañero de redacción don José Tarrío García, llevando, en unión de los señores don Manuel Núñez, don Carmelo Castiñeiras y don Juan Pereiro el penoso encargo de presenciar la exhumación de los venerandos restos de nuestra gran poetisa.
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Pensamientos enterrados con Rosalía y extraídos del ataúd en el momento de la exhumación de su cadáver. Casa-Museo de Rosalía (Padrón) |
Trasladado el intacto ataúd al lugar que en aquella necrópolis está destinado a depósito de los que han sido, se abrió su tapa, y en medio del respetuoso silencio que imponen las tumbas y de la natural sorpresa de cuantos presenciaban tan triste tarea, mostróse a nuestra vista el cuerpo de la llorada cantora de aquellos campos y de aquella iglesia, sin que las leyes que rigen las transformaciones orgánicas, hubiesen impreso en él la huella de una destrucción completa. A pesar del largo lustro transcurrido, aún la muerte no había logrado borrar los trazos de la forma; intactas las ropas, conservábanse frescas aún aquellas flores que seis años antes habían rociado lágrimas filiales, al depositarlas sobre el yerto cadáver las manos de cuatro pequeñuelos que así daban el adiós postrero a la que había sido carne de su carne y manantial inagotable de amor y de ternura!
Un responso rezado con voz conmovida por el párroco y contestado por los testigos de aquella patética escena rompió el silencio de aquel sagrado recinto, y momentos después una fuerte tapa de zinc cerraba herméticamente el nuevo ataúd que había de guardar para siempre los helados despojos del más inspirado de nuestros vates regionales!
A las cuatro de la tarde reunióse el clero de aquellos pintorescos contornos; presidiólo el cura; el alcalde señor Varela colocó sobre el féretro una corona que el pueblo de Padrón dedicó a su finada cantora; doblaron a muerto las campanas de la histórica sede iriense; rezóse un responso y, formado por numeroso concurso, púsose en marcha el fúnebre cortejo, que solemne y lentamente se fue alejando de aquel poético cementerio
Un responso rezado con voz conmovida por el párroco y contestado por los testigos de aquella patética escena rompió el silencio de aquel sagrado recinto, y momentos después una fuerte tapa de zinc cerraba herméticamente el nuevo ataúd que había de guardar para siempre los helados despojos del más inspirado de nuestros vates regionales!
A las cuatro de la tarde reunióse el clero de aquellos pintorescos contornos; presidiólo el cura; el alcalde señor Varela colocó sobre el féretro una corona que el pueblo de Padrón dedicó a su finada cantora; doblaron a muerto las campanas de la histórica sede iriense; rezóse un responso y, formado por numeroso concurso, púsose en marcha el fúnebre cortejo, que solemne y lentamente se fue alejando de aquel poético cementerio
c´os seus olivos escuros
de vella recordasón.
Jamás se borrará de la memoria del que estas líneas escribe el recuerdo de aquel triste séquito, a cuyo paso, los que viven en íntimo consorcio con la tierra de aquellas vegas incomparables, descubríanse con respeto y engrosando sus filas y echando al hombro la azada, entreveraban la ferviente oración, con el sencillo e ingenuo recuerdo de las virtudes de aquella que tantas veces había entablado con ellos amable y cariñosa plática, en el atrio de la iglesia o en las frescas umbrías de Arretén...
Después de varios descansos, durante los cuales, las voces graves del clero y las agudas del triple de los niños de coro de la Colegiata, entonaron responsos, hizo alto el cortejo en la estación de Padrón, depositando el féretro en un coche ad hoc, galantemente dispuesto por la empresa ferroviaria.
Poco después partía el tren con tan preciosa carga, que velaban, el virtuoso párroco de Padrón, señor don Antonio Calvo Troiteiro, y la comisión que había ido en su busca.
Cuando la locomotora caminaba a pasos de titán por aquellos lugares, no muy distantes de la vacía huesa del cementerio de Adina, antojábasenos que la gloriosa muerta, al abandonar aquellas soledades que tan gratas le habían sido, dábales la eterna despedida desde el fondo de su ataúd con aquellos versos inmortales:
¡Padrón!.. ¡Padrón!
Santa María... Lestrove
¡Adiós! ¡Adiós!
J. T.
EN SANTIAGO
A las cinco y media de la tarde era imposible el tránsito por el andén de la estación de Cornes. Invadido por completo por las Autoridades, Comisiones y por un numeroso público, ávido de presenciar la llegada del tren que conducía los restos de la inmortal cantora, ofrecía un aspecto imponente. A las seis menos cinco minutos un prolongado silbido nos anunció la llegada del convoy, y puso en silencio a aquella inmensa multitud... Poco después, era depositado el féretro en tierra, descubríanse todas las cabezas y los graves acentos del canto llano elevábanse al cielo, implorando la misericordia de Dios, para la que con acentos tan sentidos supo implorarla N´a Catredal, ´os pés d´a Virxe d´a Soledade... Santiago recibía los despojos de de su hija predilecta, con una oración, y antes de tributarle ningún otro honor, pedía para el espíritu, un día a él unido, el eterno descanso, la luz perpetua.
Organizado el cortejo, púsose en marcha por el siguiente orden: Precedían a toda la fúnebre comitiva dos largas filas de niños del Hospicio con vela; seguía luego el Orfeón Valverde con su estandarte; y después el carro mortuorio donde iba la caja que encerraba los restos mortales de la autora de Follas Novas. Las cintas del ataúd eran llevadas por los Sres. D. Daniel Rey, en representación del Excmo. Ayuntamiento de Santiago; don Antonio Díaz de Rábago, por los gallegos residentes en Cuba; D. Salvador Cabeza de León, por la Sociedad Económica de esta ciudad y representando también La España Regional de Barcelona; D. Alfredo Brañas y don Máximo Leyes Posse, por las Juntas regionalistas de fuera de Santiago; D. Jesús Barreiro, por la de esta ciudad; D. Juan Barcia Caballero, por los escritores de Galicia; y D. Adolfo Mosquera, en nombre del cuerpo escolar compostelano.
Inmediatamente detrás del carro mortuorio marchaba el clero con la cruz, presidido por el distinguido cura párroco de Santa María del Camino Sr. Ituarte, y la orquesta que, organizada por nuestro buen amigo el entusiasta gallego y notabilísimo músico Sr. Lens, concurrió gratuitamente al acto que reseñamos, dando un ejemplo de patriotismo y abnegación que jamás agradeceremos bastante. Con exquisita afinación y maestría incomparable, entonó durante el trayecto el Miserere del maestro Tafall, cuyas notas tristes y solemnes repercutían en nuestro corazón llenándolo de tristeza.
Después de un coche de respeto, enlutado, sobre el que lucía la hermosísima corona de flores naturales dedicada a Rosalía Castro por nuestro colega de la Gaceta de Galicia, corona de un metro de diámetro, y que ha sido, con justicia, objeto de unánimes y entusiastas elogios, seguían Bomberos voluntarios, con su vistoso uniforme y llevando la bandera; los estudiantes de todos los centros docentes de Santiago en masa: directores y redactores de los periódicos locales Gaceta de Galicia, El Pensamiento Galaico, El Pañis Gallego, El Fin del Siglo, y El Ciclón, y representantes de El Obrero de Pontevedra; el Excmo. Sr. Rector de la Universidad; el Ilmo. Sr. Presidente de la Audiencia, la Sociedad Económica y el Recreo Artístico e Industrial en Corporación; y Comisiones numerosísimas del Ayuntamiento de Conjo, Universidad de Santiago, Audiencia, Colegio de Abogados; Profesores y alumnos internos del Seminario, Casino, Administración Subalterna, Correos y Telégrafos, Banco de España, Caja de Ahorros-Monte de Piedad, Cámara de Comercio, Escuela de Artes y Oficios, Escuela de Veterinaria, Normal, de Sordo-mudos, Real Cofradía del Rosario, Juzgados de 1.ª instancia y municipal, y en fin de todos los Centros y Sociedades que en esta ciudad existen. Presidían el cortejo formando el duelo, los señores D. Ramón de Andrés García, Alcalde de Santiago, quien llevaba a su derecha al Excmo. Sr. D. Julián García Reboredo, general de brigada y y delegado expresamente por el Excmo. Sr. Capitán general de Galicia, para que le representase en este acto; y al Ilmo. Sr. D. Ramiro Rueda Neira, Director de la Sociedad Económica; y a su izquierda al muy ilustre Sr. D. José María Portal, en representación de la familia de la finada; al Excmo. señor D. Joaquí Díaz de Rábago, Director del Banco de España y de la Escuela de Artes y Oficios, y representante de los gallegos residentes en Cuba; y al Sr. Calvo Troiteiro, párroco de Padrón, que vino acompañando el cadáver y llevaba en el duelo la representación del clero y pueblo padroneses. Cerraban la comitiva la música de Beneficencia ejecutando marchas fúnebres, un piquete de la guardia municipal y numerosos coches de respeto.
Es imposible dar idea del gentío que se apiñaba para contemplar el paso del cortejo. Hacíase a veces dificilísimo el tránsito a éste por entre la apretada multitud que ofrecía un aspecto imponente. Bien puede decirse que jamás Santiago presenció espectáculo tan conmovedor y de proporciones tan colosales.
Al paso de la comitiva todos los comercios se cerraron en señal de duelo. Al llegar aquella a la plazuela de la Universidad detúvose el carro mortuorio delante del templo de Minerva. En toda la extensión que abarcaba la vista desde los balcones de éste, no se divisaba más que un inmenso mar de cabezas humanas, sin que ni un insignificante espacio quedase libre. A pesar de que miles de personas ocupaban la plazuela citada y la contigua del Instituto y las calles adyacentes, tan pronto se detuvo el fúnebre cortejo reinó un silencio sepulcral. El Orfeón Valverde dejó oír sus voces; y la hermosísima composición de Stradella, Pietá, Signore! hizo asomar las lágrimas a todos los ojos, y todos los que escuchábamos arrobados las bellísimas armonías, a maravilla interpretadas por el Orfeón, unimos nuestros deseos, nuestros corazones al religioso coro, y con toda efusión dirigimos también piedad, Señor, para el poeta! Ya hemos dicho que el Orfeón interpretó a maravilla el Pietá; no nos extraña, pues sabemos de lo que es capaz la batuta de Valverde, cuando cuenta con elementos de tanta valía como los que ha logrado reunir, formando una masa coral que está llamada a alcanzar triunfos envidiables.
El alumno de la facultad de Derecho Sr. Requejo, leyó con voz potente y clara, una hermosa composición dedicada por el Cuerpo escolar a Rosalía; y una comisión dedicho Cuerpo depositó sobre el féretro preciosa corona de flores artificiales. Una lluvia de coronas de laurel cayó desde la escalinata sobre la caja que contenía los preciados restos; y poco después la comitiva seguía su interrumpida marcha.
Alas ocho y media llegó a Santo Domingo. En la calzada que conduce a esta iglesia aguardaban al cortejo muchos estudiantes con hachas encendidas, y tendidos en dos filas a lo largo de dicha calzada, ofreciendo un aspecto tan extraño como hermoso, las luces de las hachas brillando entre la multitud. Al entrar en el templo, el clero y orquesta entonaron el Miserere, y el orfeón volvió a cantar con igual maestría que la primera vez. La caja fue colocada en medio del sencillo catafalco que se levantaba en el centro de la iglesia; y la multitud invadió ésta, acompañando con sus oraciones los severos y hermosísimos cantos de la Religión.
Sobre sencillo túmulo, rodeado de blandones que ceñían lazos de gasa negra, estaba colocado el féretro. En derredor había multitud de coronas de laurel y escalando el catafalco las hermosas artificiales enviadas por la Lliga de Catalunya, por la Sociedad Económica, por el Comité Central regionalista, por los Comités de Orense, Lugo, Vigo y Tuy, por el viudo de la ilustre poetisa señor Murguía, por sus hijas, por el Ayuntamiento de Padrón, por el cuerpo de Bomberos voluntarios, por los señores Martínez Salazar y Carré de la Coruña, por los Escolares de la Universidad gallega, y por el Recreo Artístico de Santiago. Además llamaban poderosamente la atención la gran corona de flores naturales, de más de un metro de diámetro, tributo rendido a la memoria de Rosalía por la redacción de la Gaceta de Galicia, y la ofrecida por la Rondalla regionalista, ambas ideadas y compuestas por los jardineros del Municipio y por el de la Excelentísima señora Duquesa Medina de las Torres, que han sido justamente felicitados.
Organizado el cortejo, púsose en marcha por el siguiente orden: Precedían a toda la fúnebre comitiva dos largas filas de niños del Hospicio con vela; seguía luego el Orfeón Valverde con su estandarte; y después el carro mortuorio donde iba la caja que encerraba los restos mortales de la autora de Follas Novas. Las cintas del ataúd eran llevadas por los Sres. D. Daniel Rey, en representación del Excmo. Ayuntamiento de Santiago; don Antonio Díaz de Rábago, por los gallegos residentes en Cuba; D. Salvador Cabeza de León, por la Sociedad Económica de esta ciudad y representando también La España Regional de Barcelona; D. Alfredo Brañas y don Máximo Leyes Posse, por las Juntas regionalistas de fuera de Santiago; D. Jesús Barreiro, por la de esta ciudad; D. Juan Barcia Caballero, por los escritores de Galicia; y D. Adolfo Mosquera, en nombre del cuerpo escolar compostelano.
Inmediatamente detrás del carro mortuorio marchaba el clero con la cruz, presidido por el distinguido cura párroco de Santa María del Camino Sr. Ituarte, y la orquesta que, organizada por nuestro buen amigo el entusiasta gallego y notabilísimo músico Sr. Lens, concurrió gratuitamente al acto que reseñamos, dando un ejemplo de patriotismo y abnegación que jamás agradeceremos bastante. Con exquisita afinación y maestría incomparable, entonó durante el trayecto el Miserere del maestro Tafall, cuyas notas tristes y solemnes repercutían en nuestro corazón llenándolo de tristeza.
Después de un coche de respeto, enlutado, sobre el que lucía la hermosísima corona de flores naturales dedicada a Rosalía Castro por nuestro colega de la Gaceta de Galicia, corona de un metro de diámetro, y que ha sido, con justicia, objeto de unánimes y entusiastas elogios, seguían Bomberos voluntarios, con su vistoso uniforme y llevando la bandera; los estudiantes de todos los centros docentes de Santiago en masa: directores y redactores de los periódicos locales Gaceta de Galicia, El Pensamiento Galaico, El Pañis Gallego, El Fin del Siglo, y El Ciclón, y representantes de El Obrero de Pontevedra; el Excmo. Sr. Rector de la Universidad; el Ilmo. Sr. Presidente de la Audiencia, la Sociedad Económica y el Recreo Artístico e Industrial en Corporación; y Comisiones numerosísimas del Ayuntamiento de Conjo, Universidad de Santiago, Audiencia, Colegio de Abogados; Profesores y alumnos internos del Seminario, Casino, Administración Subalterna, Correos y Telégrafos, Banco de España, Caja de Ahorros-Monte de Piedad, Cámara de Comercio, Escuela de Artes y Oficios, Escuela de Veterinaria, Normal, de Sordo-mudos, Real Cofradía del Rosario, Juzgados de 1.ª instancia y municipal, y en fin de todos los Centros y Sociedades que en esta ciudad existen. Presidían el cortejo formando el duelo, los señores D. Ramón de Andrés García, Alcalde de Santiago, quien llevaba a su derecha al Excmo. Sr. D. Julián García Reboredo, general de brigada y y delegado expresamente por el Excmo. Sr. Capitán general de Galicia, para que le representase en este acto; y al Ilmo. Sr. D. Ramiro Rueda Neira, Director de la Sociedad Económica; y a su izquierda al muy ilustre Sr. D. José María Portal, en representación de la familia de la finada; al Excmo. señor D. Joaquí Díaz de Rábago, Director del Banco de España y de la Escuela de Artes y Oficios, y representante de los gallegos residentes en Cuba; y al Sr. Calvo Troiteiro, párroco de Padrón, que vino acompañando el cadáver y llevaba en el duelo la representación del clero y pueblo padroneses. Cerraban la comitiva la música de Beneficencia ejecutando marchas fúnebres, un piquete de la guardia municipal y numerosos coches de respeto.
Es imposible dar idea del gentío que se apiñaba para contemplar el paso del cortejo. Hacíase a veces dificilísimo el tránsito a éste por entre la apretada multitud que ofrecía un aspecto imponente. Bien puede decirse que jamás Santiago presenció espectáculo tan conmovedor y de proporciones tan colosales.
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Bonaval, lugar en el que descansa Rosalía desde 1891. |
El alumno de la facultad de Derecho Sr. Requejo, leyó con voz potente y clara, una hermosa composición dedicada por el Cuerpo escolar a Rosalía; y una comisión dedicho Cuerpo depositó sobre el féretro preciosa corona de flores artificiales. Una lluvia de coronas de laurel cayó desde la escalinata sobre la caja que contenía los preciados restos; y poco después la comitiva seguía su interrumpida marcha.
Alas ocho y media llegó a Santo Domingo. En la calzada que conduce a esta iglesia aguardaban al cortejo muchos estudiantes con hachas encendidas, y tendidos en dos filas a lo largo de dicha calzada, ofreciendo un aspecto tan extraño como hermoso, las luces de las hachas brillando entre la multitud. Al entrar en el templo, el clero y orquesta entonaron el Miserere, y el orfeón volvió a cantar con igual maestría que la primera vez. La caja fue colocada en medio del sencillo catafalco que se levantaba en el centro de la iglesia; y la multitud invadió ésta, acompañando con sus oraciones los severos y hermosísimos cantos de la Religión.
S. C.
EL ACTO FÚNEBRE EN SANTO DOMINGO
Hallábase el hermoso templo de Santo Domingo severamente adornado con gasas negras y blancas que colgaban formando elegantes ondas en los intercolumnios de la nave central. En el altar mayor, cubierto todo él con un gran cortinaje negro veíase un crucifijo alumbrado por cuatro velas amarillas.
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Gala Murguía junto a la tumba de su madre. Década de 1950. |
La misa de réquiem fue celebrada por el señor don José Seárez, Canónigo Tesorero de la S. M. I. Catedral y pariente de Rosalía Castro. Como Ministros asistían al celebrante el Canónigo D. José Martínez y el Beneficiado D. Francisco Castro, todos hijos de la tierra gallega.
Formaban el duelo los Excelentísimos señores don Julián García, en representación del Capitán general, don Joaquín Díaz de Rábago por la Colonia gallega de Cuba, el Ilustrísimo señor don Ramiro Rueda, por la Sociedad Económica, el señor don Ramón García, Alcalde de la ciudad, y el Muy Ilustre señor don José Mª Portal, Lectoral de nuestra Basílica, en representación de la familia del señor Murguía. Detrás de estos señores se hallaba el Comité Central Regionalista representado en cocomisión por los señores Brañas, Cabeza León, Cacheiro y Barreiro.
La Misa de réquiem para voces solas y contrabajos, obra maestra y clásica de un abuelo del señor Murguía, fue maravillosamente interpretada por la capilla que dirigía el eminente pianista y maestro compositor don Manuel Chaves. La difícil partitura fue ejecutada con singular acierto, hasta el punto de que los mejores artistas compostelanos y los dilettanti más distinguidos felicitaron por su acertada dirección al señor Chaves, y por el sorprendente efecto que tan notable Misa produjo en el público que invadía el templo.
Las voces de Capilla, acompañadas después por la orquesta que dirige el popular e inspirado maestro don José Courtier, y en la que figura el conocido y aplaudido violinista Sr.Valverde, director del Orfeón de su nombre, cantaron dos solemnes responsos al terminar la Misa.
Luego la orquesta de cuerda que dirige el notable y joven violinista señor don José Curros, ejecutó brillantemente varias piezas clásicas entre ellas el famoso Angelus de Messenet, que se parece a un coro de hadas llorando la muerte de un ángel. La orquesta del señor Curros rayó a la altura de siempre, acreditando una vez más la justa fama de que goza.
A las seis de la tarde se verificó la inhumación de los restos de nuestra egregia e inolvidable escritora en el precioso mausoleo de la capilla de la Visitación, que inmortalizará el nombre del artista gallego Jesús Landeira. Asistieron al acto los requirentes del Notario don Jesús Fernández Suárez, que levantó el acta solemne que en otro lugar publicamos, requirentes que fueron los señores Alcalde don Ramón de A. García, Díaz de Rábago, General García Reboredo, Rueda Neira y Portal, los testigos de la exhumación de los restos en Iria señores Tarrío, Pereiro Romero, Castiñeiras y Núñez González, representantes del Comité Central Regionalista, y don Alfredo Brañas y don Salvador Cabeza León, Vicepresidentes del mismo Comité, todos los cuales firmaron el acta notarial, documento que revestirá con el tiempo gran importancia histórica, necrológica y literaria.
El señor Portal rezó un responso al caer la pesada losa de mármol que cerraba el sarcófago, y el pueblo compostelano apiñado ante la tumba de la excelsa cantora gallega, rindióle el último tributo rezando una plegaria con el alma y el corazón en los labios.
Formaban el duelo los Excelentísimos señores don Julián García, en representación del Capitán general, don Joaquín Díaz de Rábago por la Colonia gallega de Cuba, el Ilustrísimo señor don Ramiro Rueda, por la Sociedad Económica, el señor don Ramón García, Alcalde de la ciudad, y el Muy Ilustre señor don José Mª Portal, Lectoral de nuestra Basílica, en representación de la familia del señor Murguía. Detrás de estos señores se hallaba el Comité Central Regionalista representado en cocomisión por los señores Brañas, Cabeza León, Cacheiro y Barreiro.
La Misa de réquiem para voces solas y contrabajos, obra maestra y clásica de un abuelo del señor Murguía, fue maravillosamente interpretada por la capilla que dirigía el eminente pianista y maestro compositor don Manuel Chaves. La difícil partitura fue ejecutada con singular acierto, hasta el punto de que los mejores artistas compostelanos y los dilettanti más distinguidos felicitaron por su acertada dirección al señor Chaves, y por el sorprendente efecto que tan notable Misa produjo en el público que invadía el templo.
Las voces de Capilla, acompañadas después por la orquesta que dirige el popular e inspirado maestro don José Courtier, y en la que figura el conocido y aplaudido violinista Sr.Valverde, director del Orfeón de su nombre, cantaron dos solemnes responsos al terminar la Misa.
Esquela de agradecimiento. Gaceta de Galicia, 27 de Mayo de 1891. |
A las seis de la tarde se verificó la inhumación de los restos de nuestra egregia e inolvidable escritora en el precioso mausoleo de la capilla de la Visitación, que inmortalizará el nombre del artista gallego Jesús Landeira. Asistieron al acto los requirentes del Notario don Jesús Fernández Suárez, que levantó el acta solemne que en otro lugar publicamos, requirentes que fueron los señores Alcalde don Ramón de A. García, Díaz de Rábago, General García Reboredo, Rueda Neira y Portal, los testigos de la exhumación de los restos en Iria señores Tarrío, Pereiro Romero, Castiñeiras y Núñez González, representantes del Comité Central Regionalista, y don Alfredo Brañas y don Salvador Cabeza León, Vicepresidentes del mismo Comité, todos los cuales firmaron el acta notarial, documento que revestirá con el tiempo gran importancia histórica, necrológica y literaria.
El señor Portal rezó un responso al caer la pesada losa de mármol que cerraba el sarcófago, y el pueblo compostelano apiñado ante la tumba de la excelsa cantora gallega, rindióle el último tributo rezando una plegaria con el alma y el corazón en los labios.
A. B. "
martes, 12 de febrero de 2013
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